¿Qué es la inteligencia artificial? A grandes rasgos podríamos decir que la inteligencia artificial (IA) es la inteligencia llevada a cabo por máquinas, pero con esta definición nos enfrentaríamos a un nuevo reto: definir qué es la inteligencia. Quizás no es una buena idea buscar una definición formal de la IA, pues intuitivamente, el límite que delimita qué es y qué no es ha ido evolucionando a lo largo de los años. Las primeras calculadoras mecánicas (p.ej Pascalina) asombraron al mundo con su capacidad para calcular operaciones aritméticas tal y como lo haría un humano. En cambio, ahora nadie duda que una calculadora científica de uso personal sea una máquina más bien simple, impulsada por un poco de circuitería elemental.
Ahora necesitamos ver un coche circulando sin conductor para sentir que tales maniobras son ejecutadas por un ente artificial e inteligente. Es muy probable que en 20 años veamos los coches autónomos tan simples como vemos ahora las calculadoras. De hecho, ya en la antigua Grecia se construyeron los primeros autómatas, máquinas con forma humana (o animal) que se movían por si solas a través de algún mecanismo.
Por lo tanto, la definición de Inteligencia Artificial parece ser más bien algo que depende de nuestra perspectiva cultural y tecnológica. Sin embargo, lo que es innegable es que la IA está intrínsecamente relacionada con el concepto de «automatización». Toda la era industrial ha sido regida por una continua mecanización y automatización de procesos que hasta el momento se hacían artesanalmente. La inclusión de las máquinas en los procesos de producción no sólo ha permitido prescindir de la intervención humana en algunos procesos, sino que además los humanos han sido superados en velocidad y precisión. Sería imposible abastecer la actual demanda de automóviles si estos tuvieran que ser confeccionados de forma artesanal. Henry Ford supo ver esto y como padre de las actuales cadenas de producción modernas consiguió que el automóvil llegara en masa a la clase media. Aunque no nos demos cuenta la «automatización», y, por lo tanto, los primeros estadios de la IA, lleva muchos años acompañándonos y si el mundo es como es, es gracias a ella.
Pero si ya hace años que las máquinas van adquiriendo capacidades humanas, ¿por qué ahora todo el mundo habla de la llegada de la inteligencia artificial? Para contestar esta pregunta hay que remontarse a mediados del siglo pasado cuando el término «inteligencia artificial» fue acuñado por primera vez y la base teórica de las redes neuronales artificiales fue sentada. En ese momento no existía ningún hardware con la capacidad de cómputo necesaria para implementar dichas redes, ni mucho menos un gran conjunto de datos con que entrenarlas.
Pero recién entrado el siglo XXI, el aumento en la capacidad de cómputo debida a la miniaturización de los transistores de silicio junto con una constante generación de datos en una sociedad hiperconectada globalmente a través de Internet ha hecho que toda esa base teórica pueda ser una realidad. Con todo esto, hemos logrado simular de forma artificial algunas de nuestras capacidades cognitivas tan humanas como: pintar al estilo Van Gogh, escribir como Shakespeare, encontrar a Wally en una imagen o hacer un cubo de Rubik con un brazo robótico. Por otro lado, hoy en día las máquinas pueden diagnosticar diabetes de miles de pacientes en cuestión de minutos a partir de imágenes de su retina o cáncer de pulmón a partir de radiografías. No hablamos de simples tareas, sino de tareas que habían sido desempeñadas hasta ahora por profesionales altamente cualificados.
Otras tareas en el mundo empresarial en las que la IA ha podido (o podrá) tomar el relevo son, por ejemplo: dar soporte técnico en los call-centers a través de chatbots, transportar y repartir mercancías sin necesidad de un conductor a través de la conducción autónoma y, ordenar, clasificar y estructurar de forma automática grandes bases documentales para un fácil acceso. Se avecina una nueva revolución en la industria que supondrá una reestructuración y cambio de paradigma de los actuales puestos de trabajo. Los números hablan por si solos. La inversió en la IA de Europa prevista para el año 2023 es de 21.000 millones de dólares, el 50% de las compañías ya aplican IA en sus procesos y el 32% planea hacerlo en un futuro. Nadie duda de que la IA es el futuro. Si las compañías no implantan la IA en sus procesos industriales en un máximo de 2 o 3 años, la ventaja competitiva que les supondrá se desvanecerá y sólo les quedará implantar la IA para no quedarse atrás.
Pero aún existen inhibidores que limitan la adopción de la IA en el mundo empresarial (e incluso en nuestro día a día). Las personas temen perder sus empleos a merced de las máquinas pues esto les supondría tener que renovar sus competencias profesionales (algo que puede ser muy costoso). Por otro lado, vivir sabiendo que una IA está constantemente observando nuestro comportamiento, decisiones, gustos y preferencias nos hace sentir inmersos en un mundo como el ideado por George Orwell de 1984. ¿Quién no se ha sentido nunca observado por Google? Además, muchas compañías llevan años recopilando datos de una forma un tanto desordenada, por lo que, para sacar ventaja de la IA primero deberían plantear poner orden en sus bases de datos, cosa que puede parecer una inversión a demasiado largo plazo. Pero como decíamos al principio, la revolución industrial ya ha vivido episodios similares a estos, donde una nueva tecnología irrumpe cambiándolo todo, como, por ejemplo: la hiladora mecánica, la máquina de vapor o el ordenador personal. Quizás en aquel momento, los actuales trabajadores también tuvieron temor a perder sus puestos de trabajo y los directores de las compañías se mostraron reticentes a invertir en esas nuevas tecnologías, pero tarde o temprano lo hicieron y ahora no contemplamos un mundo sin ellas (o sus sucesoras).
¿Pero hasta dónde puede llegar la revolución de la IA? Muchos piensan que algún día las máquinas tomaran el control y en ese momento estaremos a merced de ellas. Quizás incluso no falte tanto para ese día, pues ante el actual crecimiento del uso de la IA la Unión Europea se ha visto obligada a establecer 6 leyes de la robótica de un modo muy similar a como lo hizo Isaac Asimov en sus novelas de ciencia-ficción para prevenir que los robots tomasen el control de los humanos. Entre tales leyes encontramos las siguientes: los robots no podrán hacer daño a los seres humanos o establecer relaciones emocionales con ellos. Por otro lado, deberán pagar impuestos tal y como lo hacen los humanos para amortiguar el impacto de la IA en el empleo humano. Ahora mismo, estas leyes nos parecen un poco de ciencia-ficción, pero volviendo al símil de los primeros estadios de la revolución industrial, hay que decir que inicialmente los trabajadores hacían jornadas laborales de mucho más de 8 horas diarias y la automatización de procesos a la larga ayudó a que la jornada se fuera reduciendo. Si se aplica una buena política de adopción de la IA, como está haciendo la Unión Europea, quizás en 50 años los humanos solo tengamos que trabajar 4 horas diarias.
En resumen, la automatización de procesos en la industria no es un concepto ni mucho menos nuevo, sin embargo, con la aparición de la IA parece que este concepto se va a llevar a un nuevo estadio donde las máquinas podrán desempeñar tareas propias de perfiles altamente cualificados. Es cuestión de tiempo que la IA sea adoptada por todo el mundo empresarial y negarse a ello podría conllevar perder una ventaja competitiva o incluso la recesión. La IA ha llegado para quedarse y pronto estará tan arraigada a nuestras vidas que no entenderemos un mundo sin ella.
Originalmente publicado en https://www.raona.com/inteligencia-artificial-se-avecina-una-nueva-revolucion-industrial/